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Por eso la tierra está de duelo, y todo habitante de ella desfallece junto con los animales del campo y las aves del cielo. Aun los peces del mar perecen.

“Nadie contienda ni amoneste a ninguno, porque es contigo con quien tengo pleito, oh sacerdote. Tropezarás, por tanto, en pleno día; también el profeta tropezará contigo en la noche. Y haré perecer a tu madre.

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